Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL


100366
Legislatura: 1893
Sesión: 3 de Julio de 1894
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 2552 (bis) ? 2554 (bis)
Tema: Tratados de comercio y relaciones comerciales con Alemania y otras Naciones

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra. [2552 (bis)]

El Sr. PRESIDENTE: La tiene S. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): No entiendo bien lo que quiere decir el Sr. Duque de Tetuán con la cuestión de confianza. ¿Ante quién la hemos de plantear? ¿Ante la Cámara? (El Sr. Duque de Tetuán: Si S. S. me permite, aclararé un poco más el concepto, pues por medio de una interrupción, si S. S. no me ha comprendido, no podré hacer que me comprenda.) No sé cómo podría plantearla. Todos los días estoy planteando esta cuestión, y el día que me falte una u otra de las que el Gobierno cree indispensables para gobernar, no necesito las indicaciones de S. S. para hacer lo que convenga al Gobierno y al prestigio del Parlamento. Pero dice S. S.: ?no sólo fue derrotado en la Comisión, sino que lo fue también porque no tenía en el Parlamento medios de resolver la cuestión.? El Canciller Caprivi no careció de esos medios, porque no tuvo una Comisión que se condujese como se conduce la Comisión de esta Cámara. De manera que, si no hay [2552bis] medio de resolver la cuestión, el Gobierno no tiene la culpa, ni la mayoría tampoco, ni, por lo visto, el partido conservador, que no hace más que dejarse arrastrar, sino las opiniones proteccionistas de los que componen la Comisión, que se han agarrado a esa Comisión para no dar dictamen y no permiten que esto venga a un término.

¿Qué culpa tiene de esto el Gobierno? Tiene la resolución en la discusión de los tratados; vamos a discutirlos, y ya está resuelta la cuestión. Si el Gobierno es derrotado en esa discusión? (El Sr. Duque de Tetuán: Lo ha sido ya.) No lo ha sido, porque eso no es derrota para un Gobierno; no se empeñe S. S. en eso; se ha discutido ya cien veces la misma cuestión. Eso no lo considero yo como una derrota; al contrario, al ver personas tan importantes y formales como los Sres. Barzanallana y Durán y Bas, yo di por bien empleado el que formasen parte de la Comisión, porque creía que el dictamen, una vez presentado, se presentaba con mayor autoridad, aun dada la opinión de S. S., porque yo no podía creer que los Sres. Barzanallana y Durán y Bas, tan competentes en esa materia, necesitaran más tiempo del necesario para que el dictamen viniera aquí. (El señor Durán y Bas: El necesario.) A eso se reduce la cuestión. (El Sr. Marqués de Mochales: Pido la palabra para hacerme cargo de una omisión.) No se dé S. S. por ofendido por esa omisión: porque como S. S. no ha sido Ministro de Hacienda, ni es tampoco catalán, como el Sr. Durán y Bas, que ha intervenido en todos los tratados, y los ha discutido, y está estudiando ese asunto desde la mañana hasta la noche, todo el tiempo desde que tiene uso de razón (Risas), no extrañe S. S. que no me haya acordado de S. S. en este punto; pero, por otra parte, merece mención y mención honorífica. (El Sr. Marqués de Mochales: Pero soy persona formal.) Yo haría también de mí una excepción, porque no me considero tan competente como el Sr. Barzanallana ni como el Sr. Durán y Bas en esos asuntos, y por consiguiente, repito, yo mismo, si hubiesen sido de la Comisión, me hubiera exceptuado al citar a esos dos señores como competentísimos. A eso se reduce todo.

¿Es que el Sr. Durán y Bas, es que el Sr. Barzanallana, y ahora, para que no se queje otra vez S. S., es que el Sr. Marqués de Mochales no responderán a la confianza y a la esperanza que el Gobierno tenía, por el partido conservador a que pertenecen, por ser hombres de gobierno, por la competencia que tienen y por el estudio que han hecho de este asunto? Esa es la cuestión; no es otra, Sr. Duque de Tetuán. (El Sr. Duque de Tetuán pide la palabra.) Por eso Caprivi pudo resolver la cuestión, porque, a pesar de contar con una Comisión hostil, la Comisión cumplió con su deber dando dictamen, porque ése era el deber de aquella Comisión, como creo que es él de ésta.

¿Pero qué culpa tienen ni el Gobierno ni la mayoría de que no se dé dictamen, o de que se dé cuando ya no sea tiempo, cuando sea estéril, cuando no sirva para nada, cuando no sea práctico? De eso no tiene la culpa el Gobierno. ¡Pues no faltaba más, sino que por la obstinación (siento emplear la palabra, pero algo he de decir, ¿y qué palabra emplearé que no ofenda a los individuos de la Comisión?), por la pertinacia, por la ofuscación, por el convencimiento que tienen, detengan este asunto y no le den vado! ¡Pues no faltaba más, sino que cada vez que la obstinación de dos o tres Senadores, amparados en el Reglamento, opusieran dificultades a un Gobierno, éste se marchara y dependiera la vida de los Gobiernos de dos o tres Senadores! Eso no es posible, ni justo, ni legal, ni político, ni tampoco lo que quiere la Constitución.

Por muchos deseos que el Sr. Duque de Tetuán tenga, aunque no lo manifieste, de que este Gobierno se vaya, y venga otro, le diré que no debe irse por cosas de esa importancia, sino por votaciones más manifiestas: por haber perdido de un modo claro y evidente la confianza de uno de los dos elementos en que estriba la existencia de todo Gobierno.

Por lo demás, el Sr. Duque de Tetuán tiene tal desconfianza, no de ahora, sino de siempre, en todo lo que yo digo (El Sr. Duque de Tetuán: Está S. S. en un error), que en eso es S. S. muy consecuente, que duda de que deje libre la cuestión. No la dejo libre en absoluto; la dejo libre con la condición de que el dictamen se presente, porque estoy dispuesto a hacer, como particular y como Gobierno, cuantos sacrificios sean necesarios, sin menoscabo de la dignidad del Gabinete, para que se presente el dictamen. Por consiguiente, si S. S. tiene la seguridad de que el Gobierno no cuenta con mayoría, ¿por qué pierde la ocasión de demostrar que en efecto no la tiene? ¿Por qué no influye con sus amigos para que presenten el dictamen? Pues si tiene la victoria en la mano, ¡cuidado que es abnegación empeñarse en no conseguirla! Si yo estuviera en su caso, no esperaría a que nadie me la diera: la alcanzaría por mí mismo.

Yo no puedo prescindir de que ese asunto es de Gobierno, y en este concepto aconsejo a mis amigos que no abandonen al Gobierno; pero a condición de que se presente el dictamen, les diré que voten como quieran, y lo diré de un modo público y solemne, porque entiendo que España no gana nada, sino que pierde mucho, con que no se discutan los tratados.

Aquí hablamos siempre sólo de Alemania, y hay tratados con Alemania, con Austria, con Hungría y con Italia, y cuando esas Naciones han procedido de una manera correcta con España, no se puede contestar con el silencio, con el desaire, con el desdén, porque eso nos crearía una situación difícil en Europa.

No hay ninguna Nación, por poderosa que se crea, que esté en el caso de aislarse de las demás Naciones; y si a cualquiera la iría mal siguiendo esa conducta, peor habría de irse a España que no tiene, hoy por hoy, aun cuando las tuvo en otros tiempos, aquellas grandes influencias con que cuentan las grandes Naciones.

Esa conducta, pues, es un mal muy grave, no sólo para las cuestiones mercantiles, sino para todo el porvenir de la Nación española.

En este concepto digo que tenía razón el señor Duque de Tetuán. ¿No tenemos mayoría y se desaprueba el tratado? El Gobierno habrá quedado en mal lugar, pero España habrá quedado bien con las demás Naciones: a la que no tenemos derecho es a contestar con el silencio a esas Naciones. En este sentido no tengo inconveniente, con tal de que se presente el dictamen, en declarar libre la cuestión.

Por lo demás, y para que no aparezcan contradicciones Sr. Duque de Tetuán, yo, cuando se me presentó la Comisión de Bilbao, dije, hablando de las [2553(bis)] cuestiones económicas en general, que dentro del partido liberal cabían las dos tendencias, porque no era un partido compuesto ni de proteccionistas ni de librecambistas; que cada cual podía pensar como tuviera por conveniente y sostener sus opiniones, y aquí al Sr. Chávarri le dije que podía profesar las opiniones que le pareciera, discutir y combatir el tratado, sin dejar de pertenecer al partido liberal; lo que no puede hacer es lo que está haciendo, porque no tienen nada que ver las opiniones económicas del Sr. Chávarri con su conducta, que es la que yo reprobaba y la que le separa del partido liberal, al cual quiere pertenecer. De manera que no hay contradicción en esto. Yo he hablado de todos los tratados, porque se ha hecho costumbre que no nos ocupemos más que del tratado con Alemania, y son varios los tratados pendientes, y si no se aprueban ni desaprueban, viene la ruptura de relaciones con esas Naciones, que ha de producir grandes perjuicios, a eso me refería yo cuando decía que nos podríamos cerrar, no sólo el mercado con Alemania, sino otros mercados, en lo cual habría éste o el otro perjuicio, que calculé en 4 millones de duros, y me quedé corto, puesto que pueden subir a mayor cantidad.

En cuanto a las partidas, claro es que las partidas menudas de un arancel son muchas, pero se engloban en grupos donde aparecen todas las que tienen cierta relación, y por eso decía yo que no pasaban de 30. (El Sr. Duque de Tetuán: Pues las partidas son más.) Todo eso lo sabrá S. S. con ese detalle, porque se lo habrán dicho probablemente los individuos de la Comisión, y si lo saben con ese detalle, ¿para qué necesitan saber más? Lo que hace falta es que se resuelvan a presentar el dictamen, puesto que están enterados perfectamente, lo tienen hasta escrito, conocen los pormenores del tratado, están en disposición de defenderlo o combatirlo, y además, nos van a traer un preámbulo con el cual, por lo visto, vamos a tener que prescindir de la discusión; para eso comprendo yo que se escriban preámbulos largos, porque si después de un largo preámbulo vamos a tener todavía gran discusión, no hacemos nada. Si la idea de la Comisión es abreviar el debate con un largo preámbulo, tanto mejor, porque podré decir que si ha sido tardío, ha sido feliz.



VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL